Leonardo Di Lorenzo




Leo es una persona que en la actualidad rompe con el estereotipo que erróneamente asociamos al jugador de fútbol; sin embargo, en el pasado, no podemos decir lo mismo y en la entrevista nos contó su proceso, su transformación. Profundizando en sus palabras conecté reflexiones mías y de otros autores para poner en cuestionamiento distintos aspectos que están naturalizados en nuestra vida cotidiana.

Uno
Según Louis Althusser, filósofo francés, la función del Estado es la de servir como instrumento de perpetuación de las relaciones de producción en beneficio de la clase explotadora. A partir de la toma del poder por parte de la burguesía mediante diversas revoluciones –francesa, inglesa, estadounidense-, el sistema capitalista impone sus relaciones de producción mediante dos mecanismos: la represión y la ideología. Es por ello que el Estado emplea tres tipos de Aparatos: el Ideológico (AIE), el Represivo (ARE) y el Político, que los coordina. El Aparato Represivo quizás es explícito, son las fuerzas armadas; el ejército, la policía, la gendarmería y demás. El Aparato Ideológico, quizás, es más persuasivo; incluye a la Familia, a la Iglesia, a los Medios de Comunicación y a nuestra protagonista: La Escuela.
A través de la Escuela, el Estado difunde la ideología que desea que predomine, las relaciones de producción que sustentan a su sistema y le permiten vivir. Tiki, nos cuenta “En las escuelas es siempre lo mismo, lo veo con mi hijo. Las cosas que le dan es exactamente lo mismo que me daban a mí hace 25 años y yo no puedo entender cómo un nene de 9 años no puede disfrutar de saber, de conocer, de ver cosas nuevas” ; si hay una similitud evidente entre lo que pasaba 25 años atrás y éste presente es que las relaciones de producción las sigue manejando la misma clase y el sistema que domina los aparatos ideológicos continúa siendo el mismo: el sistema capitalista. Hasta que no cambie el sistema, no va a alterarse su aparato ideológico.
La idea de ésta institución no es, como le gustaría a Tiki, disfrutar del saber; su propósito lo explica -entre otrxs- Michael Foucault, en su libro “Vigilar y Castigar”, “Disciplina”. El sociólogo francés cuenta que a partir del siglo XVII y XVIII diversas instituciones descubrieron un nuevo objeto de poder: el cuerpo. Para dominarlo, algunas instituciones adquirieron un nuevo método de control al cual el autor lo nombra como ‘disciplina’ que, por ejemplo, la Escuela, la utiliza para imponer una relación de “docilidad-utilidad”.
Esa manera de educar surgió en Francia, es cristiana y tuvo un “gran maestro” a quien la Iglesia lo denominó ‘Patrón de todos los educadores cristianos’ en 1950: Juan Bautista de La Salle.
Se puede buscar fácilmente información sobre él y vamos a poder leer que pese a algunos pequeños cambios en el tiempo, algunas de sus ideas siguen utilizándose; agrupar a lxs alumnxs por edad, enseñar las materias en la lengua del país e inventar escuelas para formar profesorxs –los profesorados actuales-.
Sin embargo, los sitios en donde buscamos información sobre Jean-Baptiste, no citan algunas de las ideas que Foucault sí:
"Con la palabra castigo, debe comprenderse todo lo que es capaz de hacer sentir a los niños la falta que han cometido, todo lo que es capaz de humillarlos, de causarles confusión: ... cierta frialdad, cierta indiferencia, una pregunta, una humillación, una destitución de puesto".
El método de enseñanza que comenzó con “el patrón de todos los educadores cristianos” se sigue difundiendo hasta hoy en día y el trasfondo disciplinario de docilidad-utilidad se sigue utilizando, porque, una vez más, la clase que está apoderada del Estado sigue siendo la misma: la burguesía; y al continuar al mando el sistema capitalista sigue difundiendo las relaciones de producción que más le favorecen.
Pese a que los castigos en las escuelas no son tan severos (¿y en las prisiones?), Tiki, al igual que nosotrxs, puede ver el verdadero propósito de ésta institución: “Lo hacen de una manera que no apasiona porque dejan de lado el pensar, el saber y es todo producción, que funcione, que produzca, un buen laburante y no nos ayudan a pensar y eso es triste; y es difícil salir de ese lugar cuando desde que naciste hasta que terminaste la secundaria te llevaron por un camino es muy difícil, muy difícil. ¿Cómo salir de ese lugar? ¿Cómo salir de esa monotonía? ¿Cómo salir de esa percepción que nos inculcan como “normal”?; esas son algunas de las preguntas por las cuales nace este proyecto y algunos de los cuestionamientos que creemos que todxs lxs entrevistadxs tienen en común.

Dos
Leo Di Lorenzo  hizo la carrera típica del futbolista argentino: un desvivirse por la pelota y nada más que la pelota. En un momento al preguntarle si había tenido ese ego que tiene el jugador que llega a la Primera División, respondió lo siguiente: Sí, obvio. A mí no me importaba nada más que mi carrera. Era mi carrera y después mi familia, pero clarísimo eh, clarísimo. Yo me fui a una pretemporada con San Lorenzo. En la pretemporada con San Lorenzo se muere mi abuela y mi viejo no me dijo nada. Yo llegué de la pretemporada me senté en el auto y me dijo ‘Ah, la semana pasada se murió tu abuela. No te dije nada para que no te haga mal en la pretemporada’.. Imaginate. Y eso era natural para mí, eso era natural. Siempre estuvo el fútbol antes que todo y así me forme hasta que pude verlo y darme cuenta ‘¿Qué estoy haciendo?’ pero bueno, no es fácil, no es fácil salir de ahí”.
Nuevamente, como con la Escuela, Leo se cuestiona y trae al juego nuestra pregunta ¿Cómo salir de ahí?. Hasta el momento no encontramos algún método para ganarle a ese engaño que nos propone el sistema, esa idea de normalidad, pero Tiki, nos cuenta qué le sucedió a él que ocurrió un cambio tan notorio en su personalidad: Cuando me di cuenta de que lo que yo aspiraba, jugar en la selección, en Barcelona, en Europa, no sucedería, llegó un momento que me quedé sin nada y me tuve que ir a Canadá, a Canadá. ¿Y ahora? Ya está, todo lo que yo anhelaba, se me murió. Mi dios se murió ahí. ¿Y ahora? Llegué a Canadá y la gente vivía de otra manera, el fútbol no interesaba, era un deporte apenas profesional; tenía compañeros que estudiaban, trabajaban y yo no podía entender ‘cómo podes estudiar? Tenes que estar pensando en el fútbol, tenes que concentrarte”.
¿Qué pasó?, quizás, una mezcla de sensaciones humanas, que no están incluidas en ningún programa educativo. Desilusión, tristeza, desánimo. Además, una nueva normalidad; el descubrimiento de un mundo totalmente distinto al que estaba acostumbrado.
Leo lo describe de una manera muy simple: “me la pegué”; y para transformar ese golpe en un nuevo comienzo, en la persona que es hoy en día, una persona crítica, con una postura marcada, encontró su sustento en la lectura.

Tres
En Canadá comenzó a leer, pero su cambio más trascendental sucedió cuando llegó a Chile;
“tuve un problema familiar y tuve que estar 7 meses solo y esa soledad me disparó y agarré ahí el hábito de leer todos los días; la pasión por la lectura comenzó ahí, en esos 7 meses que estuve solo en una habitación prácticamente. Salía de la librería y volvía a mi casa o iba a entrenar y volvía a mi casa pero el momento clave fue cuando me di cuenta que todo lo que yo había querido y yo había trabajado no se iba a dar. Y ahí me di cuenta de que tenía que haber algo más y bueno, había".  ¿Cuántas veces creímos, creemos –y por qué no, creeremos- que no hay nada más allá de ese momento, de ese trabajo, de esa persona?
Uno de los primeros textos que Tiki leyó y le cambió totalmente la percepción de la vida fue un clásico de Fiodor Dostoievski
“leí Crimen y Castigo y dije ‘¿Pero qué estoy haciendo? Mira lo que me estoy perdiendo. ¿Cómo estoy pensando?’” .
Antes, no leía:
“¿una novela?, para eso, dame una película”; luego de ese momento crítico en el que “se la pegó”, encontró en el arte de la lectura un lugar que le abrió el abanico y así, un mundo de oportunidades. Al pedirle que recomiende un libro, además de Crimen y Castigo, desplegó un sinfín de novelas “Los Hermanos Karamazov de Dostoievski, El extranjero y La peste de Camus, Los Miserables de Victor Hugo.. porque esos libros son los que me marcaron y que me movilizaron y que me hicieron otra persona”. 

Cuatro
Quizás hoy Leo Di Lorenzo sigue siendo un futbolista, sigue entrenando, sigue jugando y –seguramente- se sigue divirtiendo, pero ya no se desvive ni piensa al fútbol como lo único en el mundo. Hoy sus prioridades son otras, no tan individuales, más colectivas. La lectura lo llevó a ponerse en el lugar del otrx y pensar y analizar ¿por qué? para desarrollar un pensamiento crítico. Justamente es por esa situación que quizás entrar a las redes sociales de Leo no es muy similares a las de los demás futbolistas: libros, hijxs, luchas sociales.
En su etapa de inferiores y su etapa previa al choque, no se hubiese expresado a favor –ni en contra, quizás- de hacer algún descargo sobre alguna lucha o algún tema que esté siendo charlado en los medios de comunicación porque
“siempre fui muy inseguro con todo lo que no era relacionado con el fútbol porque sentía una inseguridad tremenda porque nunca había visto nada ni entendía nada, solo lo que me interesaba era eso, entonces no me pronunciaba, no hacía nada porque primero no lo entendía y segundo yo no podía decir nada interesante ni nada que yo sienta propio y la lectura una de las cosas que me dio fue esa seguridad en otros ámbitos”. ¿Cuántas veces opinamos, por opinar? ¿Cuántas veces comentamos sobre temas sin tener un argumento formado? ¿Cuántas veces nos expresamos sin tener el conocimiento sobre el tema? ¿Cuánto tendrán que ver los medios de comunicación como Aparato Ideológico del Estado?.
Es largo el camino, larga la batalla y para darla es que buscamos personas de todos los ámbitos que rompen con la comodidad, rompen con el pensamiento único y lo transforman en un pensamiento crítico. Leo lo hizo y lo sigue haciendo: “
de a poquito voy tratando de cambiar esa comodidad que siempre tuve y que trato de estar ahora un poco más incómodo porque es eso.. es estar cómodo y dejar de lado al otro”.
Desde acá, buscamos terminar con ese engaño al que estamos acostumbradxs denonimado “normalidad” y empezar a transformar ésta realidad en lo que verdaderamente es: una realidad colectiva, en donde la otra persona, el otro ser, es tan importante como unx mismx.

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